domingo, 30 de marzo de 2008

DOMINGO POR LA MAÑANA




Me gusta salir a la tienda, caminando, el domingo por la mañana. La calle está tranquila, casi no pasan carros. Las personas que me encuentro, caminando como yo, van despacio, y podemos tomarnos el tiempo necesario para decirnos “buenos días” como se acostumbraba en la época de nuestros abuelos. Esa época que ahora parece tan lejana, en que el domingo se tomaba para ir a misa y descansar. Para compartir e ir a visitar a algún familiar, o aprovechar para pasear.

Puedo tomarme la libertad de caminar despacio y tranquilamente y, las personas que caminan como yo (a excepción de uno que otro deportista matutino) son personas de condición humilde que tal vez van a la tienda, o que se preparan a abrir “su negocito” porque no pueden darse el lujo de dejar de trabajar un domingo y descansar, porque necesitan su “pishtio”. Pero, ¿será que son humildes de verdad? Porque se acostumbra decirles que son de “condición humilde” como traducción de que tienen poco dinero y, entonces, ¿los que tienen posibilidades económicas son “orgullosos”? Tal vez en muchos sea así, porque ellos también pasan en sus grandes carros último modelo, y me los imagino que van de paseo o tal vez a desayunar a algún restaurante. Pero también pasan los que van en sus carritos viejitos, llenos, con niños sentados en las piernas, y recordé cuando yo misma salí con mi esposo y mis hijas pequeñas y una caja de sanguchitos, y nos fuimos al parque “Naciones Unidas” a jugar y pasar el día…. También hoy domingo, esa mi hija que en ese entonces era pequeñita y jugaba con su hermana en las réplicas del Gran Jaguar de ese parque de Amatitlàn, al regresar de la tienda, me saludó con ojos de sueño y supe, que tal vez sería la última vez que la vería así, recién despierta en mi cocina, porque creo que hoy comienza una nueva etapa de su vida en su apartamento nuevo.

Domingo por la mañana. Todos duermen en la casa y, cuando regreso, ya se han despertado la mayoría y las hermanitas están molestándose unas a otras. Se congestiona la cocina porque mami trajo los huevitos y los frijolitos y todos tenemos hambre. Se siente el olor de cafecito recién hecho. Papá se levanta con el pelo despeinado y se para bajo el nicho de la puerta del pasillo (tan típico en él) con el periódico en la mano y yo lo abrazo, una grada más baja, rodeando su panza y dándole los “buenos días” mientras subo mi cabeza y lo veo a la cara….

Y, mientras escribo, aparece en el estudio la que siempre canta y nos hace reír, la que de plano heredó el carácter simpático del papá y me pregunta: “¿Qué estás haciendo?¿Qué estás escribiendo?¿Estás inspirada?” y sale de la habitación cantando a todo pulmón “¡Estás inspiradaaaaaa! ¡Estás inspiradaaaaa!” …..

Y ahora, quedó la casa tranquila otra vez. El papá se llevó a la mayor y a unas ayudantes para terminar de llevar las últimas cosas a su apartamento. Se quedó el “fantasmita” (como le decía Dora) porque le encanta dormir y se acaba de despertar, y la “cantante” (a la que se le acabó ya la batería).


Y se acaba la mañana del domingo y poco a poco, se va acabando esta vida para comenzar “la nueva vida”, la que nunca termina, la de la eternidad con Dios….. Y me preparo para ir a servir donde me necesiten o Dios me envíe, a amar aquellos a los que tal vez antes no pude amar y que ahora, sintiendo su dolor, los amo con todo mi corazón…….

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