martes, 15 de octubre de 2019

Pasa la Vida

Caminando por la playa 
veo pasar el tiempo y la vida 
como el agua que se escurre entre mis dedos.
No pasa nada. 
Nada me preocupa.
Simplemente vivo y disfruto vivir.

Tú me traes a estos parajes paradisíacos y silenciosos.
Tú me acaricias y me llenas de placer.
Eres como la brisa suave que alborota mis cabellos.
Eres la risa alegre que enciende mi rostro con una sonrisa.
Eres el palpitar agitado de mi corazón cuando te amo.
Y estás presente en mi:
desde mis oraciones 
platicando con Dios que nos unió,
hasta el susurro tenue de la pasión.

Y la vida sigue pasando...
Como los perros callejeros, madre y cachorro,
buscando su comida a la orilla de la playa.
O el moreno vagabundo que me saludó y sonrió 
al recoger envases 
para después venderlos y sobrevivir su día. 
Todos son parte de la Vida.
Y durante unos instantes fugaces,
han sido parte de la mía también.

Pasan los minutos..
pasan los instantes...
la Vida pasa 
y yo la vivo.




sábado, 6 de abril de 2019

Reinventando mi destino




El problema de haber sido ama de casa y mamá durante tanto tiempo es que, cuando las hijas crecen y toman las riendas de su propia vida, sientes un vacío en el corazón. Ya no te sientes estimada ni amada y a menos que ellas necesiten de ti, eres buscada. Son pocos los hijos que empáticamente piensan en sus padres y en sus necesidades y creo que los que los hacen, han sobrellevado con éxito su proceso de madurez.

Tengo una cuñada que decía que ella era "la mejor amiga de sus hijos". Sin embargo, pienso que por más que lo deseemos, las madres no somos amigas, siempre seremos madres. No podemos cambiar ese destino. Voluntariamente hemos escogido serlo y aunque es una vocación muy linda y enriquecedora, también conlleva muchos sacrificios, entre ellos, saber dejarlos ir a sus propias decisiones y en sus propios caminos y aceptar que, con el paso del tiempo, como madres perdemos el control y también ellos nos excluyen de muchas de sus situaciones. 

Pero aunque duela, todo ésto es parte del círculo normal de la vida.


Dejar zarpar a nuestros hijos y educarlos para navegar.



Al ver un barco en el puerto, lo vemos en un lugar seguro.

Mientras está en el puerto, el barco está preparándose y abasteciéndose para lanzarse al mar, ese es destino para el que fue creado, navegar los mares, saliendo al encuentro de sus propias aventuras. Dependiendo de lo que la naturaleza le tenga reservado, podrá desviar la ruta, trazar otros caminos o buscar otros puertos.
Seguramente con el tiempo el barco y sus tripulantes  volverán más experimentados por el aprendizaje adquirido y enriquecidos por las diferentes culturas que conoció. Saben que siempre habrá gente en el puerto esperándolos. Así son los hijos. Ellos tienen en sus padres un puerto seguro.

Pero, por más seguridad y sentimientos de protección que puedan dar los padres, todos nacimos para navegar los mares de la vida, correr nuestros propios riesgos y vivir nuestros propios retos.
En nuestro camino llevaremos los conocimientos y fortalezas adquiridas en nuestro puerto.
Muchas veces, como padres, queremos mantener a nuestros hijos en lugar seguro, en nuestro puerto.. pero ellos están hechos para navegar, para zarpar cuando llegue el momento, y la estancia en el puerto ha de prepararles a la navegación.
Algunos padres  no desean dejar salir del puerto a sus hijos, desean que se queden en el lugar seguro para siempre, y olvidan prepararlos para navegar y encontrar su propio lugar, donde podrán sentirse seguros, felices y adquirir la fortaleza necesaria para en un futuro ser puerto para otras personas.
Los hijos nacieron para convertirse un día en ciudadanos de este mundo. Los padres podemos desear la sonrisa de los hijos, mas no podemos sonreir por ellos. Podemos contribuir por la felicidad de los hijos, mas no podemos ser felices por ellos.
Los hijos deben continuar desde donde los padres llegaron, así como los barcos parten del puerto para sus propias conquistas.
Sin embargo, para eso necesitan saberse preparados y amados, fortalecer sus valores morales, su autoconfianza, y reforzar sus virtudes y fortalezas. Prepararlos para sus travesías.
¡Qué difícil es soltar las amarras!
Pero como padres podremos tener el orgullo de verlos partir a navegar sus propios rumbos con la seguridad de que es un barco fuerte, independiente y capaz, que estan bien abastecidos de todo lo que les hemos inculcado para poder enfrentarse al mundo y capear las tormentas que se les presenten. Pues les hemos educado para navegar, para la independencia.
(Paola Graziano en psicología-estratégica.com) https://psicologia-estrategica.com/los-hijos-los-barcos/