sábado, 6 de abril de 2019

Reinventando mi destino




El problema de haber sido ama de casa y mamá durante tanto tiempo es que, cuando las hijas crecen y toman las riendas de su propia vida, sientes un vacío en el corazón. Ya no te sientes estimada ni amada y a menos que ellas necesiten de ti, eres buscada. Son pocos los hijos que empáticamente piensan en sus padres y en sus necesidades y creo que los que los hacen, han sobrellevado con éxito su proceso de madurez.

Tengo una cuñada que decía que ella era "la mejor amiga de sus hijos". Sin embargo, pienso que por más que lo deseemos, las madres no somos amigas, siempre seremos madres. No podemos cambiar ese destino. Voluntariamente hemos escogido serlo y aunque es una vocación muy linda y enriquecedora, también conlleva muchos sacrificios, entre ellos, saber dejarlos ir a sus propias decisiones y en sus propios caminos y aceptar que, con el paso del tiempo, como madres perdemos el control y también ellos nos excluyen de muchas de sus situaciones. 

Pero aunque duela, todo ésto es parte del círculo normal de la vida.


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